viernes, 26 de febrero de 2010

Mandela, Invictus y John Carlin

Confeso admirador de Nelson Mandela, el periodista John Carlin se abocó varios años a escribir un libro en el que el carismático líder sudafricano hace gala de su legendario don para cautivar a las personas, y al que precisamente echó mano para cumplir con su propósito de dirigir a su nación hacia la esquiva reconciliación, tras cuatro décadas de un régimen tan abyecto como el del apartheid. Clint Eastwood ha hecho una película de este texto y a propósito del estreno de la misma, conversé con Carlin, quien aún no se cansa de alabar Mandela y exaltar esa cualidad de "zorro" que a él le fascina.


EL JUEGO QUE UNIÓ A SUDÁFRICA

“¡Nelson!, ¡Nelson!, ¡Nelson!”

Las 62,000 almas que desbordan el estadio Ellis Park, en el corazón de Johannesburgo (Sudáfrica), corean el nombre de aquel personaje de andar pausado e imponente presencia que, luciendo la camiseta con los colores verde y dorado de los Springboks, la selección nacional de rugby del país africano, saluda a la multitud. Nelson Mandela agita la mano en la que lleva la gorra del equipo que se apresta a enfrentar a la poderosa e imbatible selección de Nueva Zelanda, y para ese momento la masa se ha rendido a los pies del carismático líder africano.Una imagen poderosa que Clint Eastwood muestra en el clímax de su última película, “Invictus”. Pero esta no es una escena surgida de la imaginación del gran actor y director, potenciada para efectos del drama que exige Hollywood, sino un hecho real que ha rescatado de las páginas del libro “El factor humano” (Seix Barral, 2009) del periodista John Carlin.En uno de los ambientes del Hotel Barcelona Center, de la capital catalana, Carlin evoca aquella tarde del 24 de junio de 1995, y dice que en aquel momento, aún antes de empezar el juego, Mandela ya había coronado su propósito de unir a su país.“Toda Sudáfrica se fundió en una sola. Podría decir que el resultado final del juego ya no era importante. Si ganaban fantástico, pero es que si hubiesen perdido, igual todos hubiesen compartido el dolor y el fracaso”.
John Carlin, columnista del diario El País de España y ex corresponsal en Sudáfrica del diario inglés The Independent entre los años 1989 y 1995, fue testigo de facto del fin del apartheid, régimen que condenó a millones de sudafricanos negros a vivir, durante más de cuarenta años, la segregación institucionalizada y el racismo más abyecto que se recuerda en la historia del mundo contemporáneo. La liberación de Mandela el 11 de febrero de 1990, luego de 27 años de encierro, señaló el camino del cambio que Sudáfrica clamaba a gritos. En 1994 Mandela fue elegido presidente de su país, pero a pesar de sus esfuerzos por unir a todos los sudafricanos, este objetivo se le hacía esquivo. Y es que aún por aquellos años, el miedo de los blancos a las represalias de los negros seguía latente y alimentaba sus pesadillas. Pero aquel día de junio todo ese temor, que incluso auguraba una inminente guerra civil, se desvaneció. “Los afrikáners (los sudafricanos blancos) entendieron por primera vez que Mandela no era el terrorista que durante años les dijeron que era. Y entonces la Sudáfrica blanca hizo lo que la Sudáfrica negra ya había hecho años atrás. Después de ese partido, los afrikáners también coronaron a Mandela como su rey”, dice Carlin, quien reseña los entretelones de ese momento en “El factor humano”.Este libro es la base de la cinta de Eastwood, y el origen de la película tiene también una interesante historia detrás, en la que juega un papel importante el protagonista del filme, Morgan Freeman, quien fue el que movió toda la maquinaria para que la historia del periodista –quien aún no se lo termina de creer– diera el salto a la gran pantalla.

El factor Freeman
En el año 2006 Carlin viajó a Estados Unidos para escribir sobre los efectos sociales y económicos post huracán Katrina. Por esas casualidades, coincidió con Freeman en un pequeño pueblo del estado de Mississippi, de donde el famoso actor es originario. Un conocido de ambos los presentó y en la conversación se enteró no sólo de que Freeman era amigo de Mandela, sino que hacía varios años que quería personificarlo en una película, pero estaba frustrado ya que no había encontrado la historia ideal.“Yo le dije que estaba escribiendo un libro sobre Mandela, sobre el episodio del partido de rugby que unió a Sudáfrica, y fue una total convergencia de intereses”, dice Carlin.
Freeman ofreció la historia a los estudios y se puso en contacto con Clint Eastwood, quien también intentaba hacer una película sobre Mandela, y el director quedó fascinado con la historia que contaba Carlin.
¿Puede un deporte como el rugby convertirse en el catalizador de la reconciliación de una sociedad enfrentada como la sudafricana?
Pues Carlin lo tiene muy claro.
“Yo no creo que intrínsecamente un deporte tenga ese poder. Fue Mandela el que supo utilizar el rugby. Él tuvo la brillantez de ver en ese deporte la oportunidad para hacer algo útil”, dice el periodista.Para los sudafricanos negros el rugby era sinónimo de todo aquello que odiaban. Era el deporte idolatrado por sus opresores blancos, su opio, como dice el periodista en su libro, pero a pesar de ello Mandela vio allí la oportunidad que necesitaba.
En “El factor humano” el periodista cuenta que durante los últimos años del apartheid, el rugby también sufrió la condena de la comunidad internacional, prohibiéndosele a la selección sudafricana participar en toda competencia de importancia. Es decir, los afrikáners sufrían en carne propia la segregación de su adorado deporte.
Si bien Mandela había conseguido constituir una nueva Sudáfrica, todavía le faltaba crear a los nuevos sudafricanos, blancos y negros. Y el rugby encajaba perfectamente en sus planes. Por eso se empeñó en que el mundial de aquel deporte se jugara en su país, y lo consiguió.
“En la cárcel Mandela se preparó para la gran batalla política. Aprendió la historia y la lengua de sus ‘enemigos’, los afrikáners, y también prestó atención al rugby”, dice el periodista.

Zorro Mandela
John Carlin ha conversado con Nelson Mandela más veces de las que puede recordar, y para escribir el libro se reunió con él no solo para completar su investigación, sino para contar con su aprobación. “Mandela me dijo: ‘mire, yo comparado con usted no tengo ningún derecho para decirle cómo escribir su libro, usted es el experto, yo no, y ojalá que pueda hacerle justicia a su libro’”, recuerda el periodista apuntalando aquella humildad ya mítica del ex presidente sudafricano. Carlin dice que Mandela, primero, convenció a los suyos de prestarle atención al rugby y, a pesar de las reticencias, incluso de su entorno más cercano, poco a poco los fue persuadiendo hasta conseguir que también se hicieran seguidores. La final del mundial de rugby se llevó a cabo meses antes de que se constituyera la Comisión de la Verdad y Reconciliación en Sudáfrica, cuyo trabajo empezó a comienzos de 1996. Y aunque el pueblo de la Nación Arcoiris – como la bautizó el arzobispo Desmond Tutu-, aún no había iniciado aquel proceso que buscaba sanar las heridas causadas durante cuatro décadas de horror, blancos y negros se unieron aquel día de junio de 1995 para apoyar a los Springboks. Se puede decir que los sudafricanos se convirtieron en ese momento en “un equipo, un país”, tal como rezaba el lema de aquella campaña deportiva.
¿Cómo lo logró Mandela?
"El tópico con Mandela es que es un santo, que perdonó a sus enemigos, y es verdad. Pero sobre todo es un político astuto, inteligente, un estratega que sabe detectar una oportunidad que otros políticos no hubieran visto. Y en el rugby vio esa oportunidad", dice Carlin, y antes de abandonar la sala en donde nos hemos reunido para la entrevista, agrega una frase que, para él, resume la lucidez del líder de Sudáfrica: “Mandela es santo y zorro a la vez”.


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LA HISTORIA PREVIA
Hace algunos años que Clint Eastwood pretendía adaptar al cine la autobiografía de Nelson Mandela,“El largo camino hacia libertad”, pero era muy complicado adaptar un libro como ese, que abarcaba toda una vida, así que cuando Morgan Freeman le habló del trabajo de John Carlin y leyó parte del texto aún inédito, supo que allí estaba su película. El director optó por nombrar a su película “Invictus”, al ser este el título de un poema escrito por el inglés William Ernest Henley al que Mandela –según cuenta en su autobiografía– le debe las fuerzas que recuperaba cuando caía en la desesperanza en sus años de encierro. En cuanto a la elección de Morgan Freeman para interpretar a Mandela, pues fue el mismo Mandela el que le dio su “bendición”, tal como ha contado el actor durante su paso por España: “Una vez le preguntaron a Madiba (nombre con el que se le conoce a Mandela en el clan Xhosa) qué actor elegiría para que lo interpretara en una película, y él respondió Morgan Freeman”. “Invictus”, se concentra en narrar los entretelones de aquella final del mundial de rugby de 1995, y la amistad y complicidad que entabló Mandela con el capitán de los Springboks, François Pienaar, interpretado por Matt Damon. La película fue recientemente nominada a tres Globos de Oro: mejor director, mejor actor y mejor actor secundario; y ahora está entre las candidatas a los premios Óscar en los apartados de mejor actor (Freeman) y mejor actor secundario (Damon).
El apartheid Fue en 1948, con el triunfo en las elecciones del Partido Nacionalista, cuando el régimen del apartheid –palabra afrikáner que significa “segregación”– se instituyó oficialmente en Sudáfrica. Esta era una forma de gobierno que dividió a los sudafricanos por su color de piel. Es decir que la hegemonía de poder económico, social, cultural y político, cayó en manos de los blancos, que eran aproximadamente el 10% de la población. Aun así, a base de fuerza y violencia, lograron someter a la población negra, aunque también a la de origen indio y oriental. Se impartieron leyes que les prohibían no solo compartir espacios públicos, sino que los obligaban a no tener propiedades, ingresos decorosos, ni recibir educación superior. Nelson Mandela ha dicho del apartheid que fue un “genocidio moral: sin campos de la muerte, pero con el cruel exterminio del respeto de un pueblo por sí mismo”. En 1990, con la liberación de Mandela, se abolió este cruel e inhumano sistema de gobierno.


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INVICTUS
Desde la noche que sobre mí se cierne, negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

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Trailer de la película. Cortesía de WB.





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